Síndrome infantil que agita: cómo identificarlo y prevenirlo

Para la neuropediatra del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa en Sevilla, Esperanza Sánchez Martínez, es fundamental «reconocer las señales que pueden indicar una alerta y solicitar ayuda médica inmediata en casos de sospecha». Los síntomas más comunes que los niños pueden presentar en este síndrome son «vómitos repetidos, irritabilidad y llanto excesivo, somnolencia o letargo, convulsiones o incapacidad para moverse normalmente», según se detalla en un comunicado de prensa.

Las caídas de los bebés en la cuna, la cama de los padres, el tronco o el coche son situaciones «bastante frecuentes», especialmente durante el primer año de vida, donde la cabeza puede golpearse con un traumatismo craneoencefálico. Sin embargo, en estos casos, «no hay signos externos del golpe. A diferencia del síndrome del niño sacudido, donde no encontramos lesiones traumáticas externas», explicó la especialista, quien destacó que «el diagnóstico temprano y la intervención médica inmediata son esenciales para minimizar el daño y mejorar las posibilidades de recuperación.

Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), en España, de los 450,000 niños nacidos al año, alrededor de 100 pueden sufrir este síndrome. Se trata de una lesión cerebral traumática que ocurre cuando «un niño pequeño es sacudido bruscamente, generalmente por un adulto, sin el impacto directo de un golpe». Estos movimientos provocan que «el cerebro del niño sea golpeado contra las paredes del cráneo, ya que en los bebés la fontanela permanece abierta, causando lesiones cerebrales», explicó desde el hospital.

Estas lesiones cerebrales pueden ser permanentes y afectar al niño a lo largo de su vida, pasando desde una contusión y edema cerebral reversible hasta hematomas o hemorragias intracraneales, lo que puede ejercer presión sobre áreas vitales e incluso causar la muerte del niño.

Como mencionó la Dra. Esperanza Sánchez, la causa más común de esto suele ser el llanto inconsolable y prolongado de algunos bebés, lo que genera frustración y enojo en el cuidador, quien termina sacudiendo al niño. Otra causa común es intentar reanimarlo en una situación crítica donde la vida del niño está en peligro, como en casos de asfixia, tos intensa o espasmo de suspiro. «El juego de lanzar al niño no implica, en principio, riesgo de lesiones cerebrales, siempre y cuando el lanzamiento no sea muy violento. De todas formas, es conveniente evitar este tipo de juegos, ya que el niño podría caer y lastimarse de igual manera», comentó la neuropediatra.

Este síndrome se relaciona con la movilidad y la inmadurez neurológica.

Entre las múltiples consecuencias, el médico destacó que el niño puede desarrollar hidrocefalia, epilepsia, hemorragia retiniana visible en la parte inferior del ojo que puede llevar a la ceguera, siendo una característica distintiva. «También puede producir lo que se conoce como lesiones axonales difusas, ya que el cerebro de los niños es más flexible que el de los adultos, lo que puede causar daños severos en las conexiones cerebrales e interferir con la función cognitiva y motora del niño», agregó.

En cuanto a las secuelas, la neuropediatra del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa, Esperanza Sánchez Martínez, señaló que todas estas consecuencias neurológicas variarán según la intensidad del trauma, la rapidez del diagnóstico y la intervención médica. «Si las lesiones cerebrales son leves, pueden ser reversibles y no dejar secuelas, pero algunos niños que sobreviven a este síndrome pueden experimentar retrasos en el desarrollo en áreas como el lenguaje, las habilidades motoras, la coordinación y la función intelectual», explicó.

Finalmente, «estos niños pueden desarrollar problemas emocionales y de comportamiento, como trastornos de ansiedad y estrés postraumático, así como dificultades para establecer relaciones sociales a medida que crecen», concluyó.

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