El investigador habla de esto en el libro «La vida social de las bacterias» (CSIC-Catarata). «Estos seres unicelulares no suben fotos a una cuenta de Instagram ni van a bares con sus compañeros, pero tienen vida social porque son capaces de formar comunidades complejas y transmitirse información entre sí, incluso a otros organismos, a través de productos químicos. señales», subraya.
«Además, estas interrelaciones bacterianas influyen significativamente en nuestra salud, vida diaria y funcionamiento de los ecosistemas», añade.
El último libro de la colección «¿Qué sabemos?» explica las estrategias y mecanismos de las bacterias para colonizar hábitats muy diversos y proporciona numerosos ejemplos de su comportamiento social.
Una de las claves para que las bacterias sean tan persistentes y consigan sobrevivir en entornos imposibles para otros organismos es precisamente su capacidad para crear comunidades multicelulares, muchas veces asociadas a superficies, y más o menos incrustadas en una capa de moco material que ellas mismas producen. y eso los protege.
Es decir, las bacterias generan biopelículas o biofilms, término que se acuñó en 1975. “Los biofilms comenzaron como algo anecdótico para la comunidad científica, pero en las últimas dos décadas se han convertido en una de las principales áreas de investigación en microbiología”, señala el autor. señala.
Las biopelículas se pueden formar sobre materiales inertes como el vidrio, pero también sobre tejidos vivos como las raíces de las plantas o nuestra boca, que intentamos proteger cuando nos cepillamos los dientes. Según Espinosa, el proceso es similar en la mayoría de las especies bacterianas.
Algunas bacterias entran en contacto con una superficie y permanecen adheridas a ella, especialmente si está en un hábitat con suficientes nutrientes y condiciones ambientales favorables, y a partir de ahí comienzan a dividirse y agruparse. Incluso pueden desplazarse a la superficie, reclutando más bacterias.
Estos grupos forman lo que se conoce como biopelícula madura, donde las células están incrustadas en una matriz de polímeros de producción propia que forman la estructura tridimensional de la biopelícula protectora. Cuando las condiciones ambientales se vuelven desfavorables o los nutrientes escasean, la biopelícula comienza a dispersarse.
El investigador del CSIC matiza que los biofilms no siempre están compuestos por poblaciones de la misma especie de bacterias. Por ejemplo, en el caso de la placa dental, hay especies “pioneras” que inicialmente se establecen y las demás se van reclutando sobre ellas.
«Se necesitaron décadas de estudio para revelar este proceso en detalle, pero hoy conocemos con bastante precisión los elementos moleculares que participan en la colonización de superficies por diferentes bacterias y entendemos mejor cómo se regula el proceso de formación de biopelículas», dice Espinosa. .
El científico explica que hay muchos indicios de que las bacterias son capaces de detectar la presencia de una superficie favorable para empezar a construir su «hogar» y poner en marcha el programa para colonizarla. «Esto, junto con muchas otras pruebas, sugiere que la vida multicelular en las superficies no es algo excepcional, sino más bien intrínseco al ciclo de vida de las bacterias», señala.